LUCE Radio

jueves, 16 de marzo de 2017

Se escapa entre los dedos

Después de volcar torpemente mi vaso en la barra del restaurante, el líquido empezó a derramarse por el borde hasta el piso. Por la vergüenza, traté de atrapar el agua haciendo un hueco con las manos. Mis esfuerzos fueron inútiles, ya que casi toda la bebida se escapó entre los dedos. Al final, en la palma de mis manos, apenas quedó una pequeña cucharadita, mientras que mis pies estaban en medio de un charco.
Muchas veces, mi vida es algo parecido. Lucho por resolver problemas, pasar detalles por alto y controlar las circunstancias. Por más que lo intento, mis frágiles manos son incapaces de manejar todas las piezas. Siempre se me escapa algo entre los dedos y se cae, y me deja abrumada. Aunque trate de contorsionar las manos o juntar más los dedos, no puedo controlar todo.

Sin embargo, Dios sí puede hacerlo. Isaías nos revela que el Señor puede medir las aguas del planeta —océanos, ríos, lluvia— en el hueco de sus manos (40:12). Solo sus manos son lo suficientemente grandes para contenerlas. No hace falta que intentemos sostener con nuestras manos más de la cucharadita para la que fueron diseñadas. Cuando las circunstancias nos superan, podemos poner nuestras preocupaciones y angustias en sus hábiles manos y confiar en Él.

martes, 28 de febrero de 2017

Una risa en la oscuridad

Un artículo del Washington Post, titulado «Último proyecto de los titanes de la tecnología: Desafío a la muerte», hablaba de los esfuerzos de Peter Thiele y otros magnates tecnológicos por extender la vida indefinidamente. Están dispuestos a gastar millones en ese proyecto.

Llegaron un poco tarde. ¡La muerte ya fue vencida! Jesús declaró: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente» (Juan 11:25-26). Todos los que ponen su fe en Él nunca jamás morirán.

Para ser claros, nuestros cuerpos morirán; y no hay nada que se pueda hacer para cambiar esta realidad. Pero el pensamiento, el razonamiento, el sentimiento y toda la parte inmaterial de nuestro ser lo que llamamos el «yo»— nunca morirá.

Y esto es lo mejor de todo: ¡es un regalo! Lo único que tienes que hacer es recibir la salvación que ofrece Jesús. C. S. Lewis, reflexionando en esto, lo describe como una especie de «risita en la oscuridad»: una sensación de que la respuesta es algo sumamente sencillo.


Algunos dicen: «Es demasiado sencillo». A lo que yo respondo: «Está bien. Pero si Dios te amaba antes de que nacieras y quiere que vivas con Él para siempre, ¿por qué iba a hacerlo difícil?».